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Zona de transición” se publicó en colaboración con Open Space, una plataforma interdisciplinaria de arte y cultura del Museo de Arte Moderno de San Francisco, como parte de We the People, el undécimo número de la revista Open Space. La versión en inglés se puede encontrar aquí. 

"Transition Zone” was published in collaboration with the San Francisco Museum of Modern Art’s interdisciplinary arts and culture platform Open Space, as part of We the People, the eleventh issue of the Open Space magazine. The English-language version can be found here.

Zona de transición

Tony Evanko

Traducción: Victoria Tobar Roa

Febrero 2019

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Seminario: Preguntas urgentes: causes, efectos y posibilidades de la guerra y la paz en Colombia. De izquierda a derecha, Victoria Tobar Roa, curadora de C3P; Marta Villa, directora de la Corporación Región  —una organización que realiza investigaciones sobre la violencia en contextos urbanos y rurales—; Camilo Laverde, excombatiente de FARC y representante legal del ETCR Román Ruíz; Diana Orozco, chef que realiza prácticas comunitarias en comunidades rurales de Colombia; Deisy Chavarría, excombatiente de FARC, y Stefanía Rodríguez, coordinadora de proyectos de C3P. Fotografía: Fundación Casa Tres Patios.

En esta selva no hay Estado. Aquí hay guerra. Desde siempre. Guerra civil.  Conflicto armado interno. Amenaza terrorista. Lucha ideológica. Los extremos: izquierda, derecha. Los mismos métodos. Competencia de crueldad.  ¿Cuántos son los muertos? ¿Cuántos los desaparecidos? No hay consenso en las cifras. En esta selva no hay Estado. Hay aldeas, casas campesinas. El campesino. ¿Cuántos liberadores ha visto pasar de cerca? ¿Cuántas atrocidades. La extrema izquierda primero. Los guerrilleros. La extrema derecha después.  Los paramilitares. En los 90, las FARC, los guerrilleros, se transforman en máquinas de guerra, alimentados del comercio de cocaína. Imposible hacerles frente: la policía, las fuerzas armadas, no dan a basto.  Y las FARC ganan terreno. Entonces aparecen ellos. Alimentados del comercio de cocaína. Los paramilitares: AUC, en el departamento de Antioquia. Es allí donde se desarrollan. Allí donde más crímenes hubo. ¿Cuántos son los muertos? ¿Cuántos los desaparecidos? ¿Y dónde están? ¿Cómo sucedió? Aquí, en Colombia.

 

 

Los Andes comienzan en Colombia con tres cordilleras: la Oriental, la Central y la Occidental o costera. Se elevan desde el Caribe hasta los picos de la Sierra Nevada, cerca de Santa Marta, separando el Pacífico de Los Llanos y la tierra que bordea el Río Amazonas. Este es el segundo país más biodiverso del mundo. También es el segundo país con mayor número de personas desplazadas, después de Siria. Este es un país de extremos: belleza natural extrema, extrema riqueza de recursos naturales, desigualdad económica extrema, extrema violencia.

Colombia ha estado en guerra durante más de la mitad de su historia. Desde el principio, la lucha ha sido por el control de la tierra y los recursos que produce. La geografía y la densa jungla han ayudado a esconder las tácticas de quienes buscan el control.

Medellín se encuentra en el curvo Valle de Aburrá, en el departamento de Antioquia, al noroccidente del país. Cuando vine por primera vez en el 2001, me llevaron a la cima de un campanario de una iglesia en el lado este de la ciudad. Podía ver los automóviles moviéndose al otro lado del valle, y tuve la misma sensación de intimidad y experiencia compartida que se tiene en la ópera: la de poder ver las expresiones de los actores y de los demás espectadores. Hay algo hermoso en esa experiencia, y también es difícil ignorar las realidades del drama que se desenvuelve y las reacciones que produce.

Hay dos cerros de densos bosques cerca del centro de la ciudad. Uno se llama Cerro Nutibara, que alberga una colección de esculturas modernas deteriorada y el popular Pueblito Paisa, una versión cómica de un típico pueblo Antioqueño a tres cuartos de escala —una de las escasas atracciones turísticas de la ciudad—. El segundo es el Cerro Volador, el parque más grande dentro del área metropolitana y uno de los siete cerros circundantes que los ahora extintos indígenas aburráes consideraban como guardianes del Valle desde mucho antes de la llegada de los españoles en 1541.

En el centro de la ciudad, donde la ciudad empezó, se puede ver desde uno de los miradores panorámicos cerca de la cima del Cerro Volador. La diferencia entre el tamaño de las cuadras en el centro y aquellas de los barrios circundantes es notable. Gilda Wolf, arquitecta, planificadora urbana y profesora de la Universidad Nacional sede Medellín, se vale de esta perspectiva para explicar las raíces de estos cambios de densidad, producto de la acción de las organizaciones comunitarias de la ciudad. Desde una pradera abierta en la falda de la montaña, Gilda señala Barranquilla, una de las calles principales que flanquean el centro de la ciudad.

Luego señala el norte y explica que la densidad es mayor allí porque fue donde comenzó el desarrollo más informal de la ciudad, como efecto del desplazamiento masivo causado por la violencia en el campo durante los 50 y 60.


¿Por qué los llaman “barrios piratas”? Porque no tuvieron ninguna infraestructura para empezar.  Los dueños solo planificaron la ubicación de las calles y la división de los lotes. Las personas ocuparon los lotes y construyeron sus casas, y luego obtuvieron los servicios. ¿Y cómo obtuvieron los servicios públicos? Con su propio trabajo. Se juntaron para instalar la electricidad, se juntaron para instalar la alcantarilla, el agua, todo.

Wolf explica cómo los grandes terratenientes aprovecharon una ley que obliga a la ciudad a extender los servicios públicos a toda propiedad de la iglesia católica: los propietarios de las tierras del lado norte de la calle Barranquilla donarían una parte de la parte más alejada del centro de la ciudad a la iglesia, de manera que los servicios públicos se extendieran por esa propiedad. Las personas que habitaban esa tierra idearon entonces formas de “piratear” los servicios públicos, construyendo transformadores caseros hechos de tanques de petróleo, por ejemplo, y usándolos para reducir la potencia de 220 a 110 voltios.

Le pregunté si la necesidad de unirse para trabajar había sido la fuerza detrás de la formación de grupos de vecinos. A lo que respondió: “Creo que la necesidad es la madre de la mayoría de las creaciones, y los Centros Cívicos fueron necesarios para organizar a la gente”. Entonces, pregunté si había sido creados por la gente y ella aclaró: “la idea para Los Centros Cívicos fue propuesta por la Sociedad de Mejoras Públicas (una organización privada de individuos adinerados con una mentalidad cívica) como una forma de organizar el trabajo de la comunidad.

Estas organizaciones se convirtieron en la base de muchas de las asociaciones vecinales de base comunitaria que funcionan hoy en casi todas la ciudad. Estas se han ampliado para incluir grupos centrados en la cultura y el desarrollo de la comunidad, convirtiéndose en parte del tejido organizativo de la ciudad. En muchos casos, aún dependen del trabajo voluntario, aunque ahora pueden recibir pequeños fondos del municipio.

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Mural pintado por miembros de la comunidad en el barrio La Honda, Medellín. El vecindario está compuesto principalmente por familias desplazadas de zonas rurales del departamento de Antioquia. Los habitantes se ven obligados a resistir para evitar ser desplazados (nuevamente) por el Estado. Fotografía: James Granada, magíster en Ciencias Políticas, Universidad de Antioquia.

Prado fue el primer barrio lujoso construido fuera del centro histórico de Medellín, a principios del siglo XX. Hoy, es un área ligeramente destrozada y arquitectónicamente ecléctica, lindando con Barranquilla con casas grandes, calles arboladas y una cuota considerable de personas sin hogar. Con la ayuda de Santiago Vélez, artista local y profesor universitario, fundé la Fundación Casa Tres Patios (C3P) en Prado, en el 2007, como un espacio de arte alternativo dedicado a promover prácticas artísticas experimentales en Medellín. Desde entonces, nuestro programa se ha convertido en una práctica comunitaria transdisciplinaria que integra proyectos artísticos y pedagógicos.

Durante la inauguración de la segunda exposición en C3P, Juan Fernando Vélez, un artista local que había pintado un autobús de tamaño real en la pared del patio central de la casa, me dijo que habíamos hecho algo que los artistas locales no habían podido: no solo habíamos creado un espacio para la experimentación, sino que, más importante, habíamos creado la oportunidad para que los artistas se reunieran regularmente y compartieran sus prácticas y con las de los demás. A partir de ese momento, C3P comenzó un programa que crecería para incluir alrededor de setenta eventos anuales. Estábamos obsesionados con la idea de proporcionar un espacio social a la comunidad artística local y dar visibilidad a los artistas, introducir nuevas prácticas y crear un espacio para el diálogo crítico. El programa creció para alcanzar estos objetivos, e incluyó gradualmente más talleres y otras actividades a cargo de los artistas residentes.

Un momento crucial para C3P ocurrió en 2012. Un artículo en El Espectador de ese noviembre, “Los raperos denuncian amenazas de muerte en Medellín”, refleja la situación social de ese entonces:

Más de sesenta jóvenes artistas de Medellín denunciaron este miércoles amenazas de muerte provenientes del mismo grupo armado que asesinó el pasado 30 de octubre al rapero Elíder Varela, más conocido como "El Duke".

Los jóvenes recibieron las amenazas tras el asesinato de "El Duke" y después de realizar una protesta en el centro del barrio El Salado, según los portavoces, el grupo armado ilegal se tomó como una "agresión" y un "reto".

Varela, líder y creador de la Escuela de Hip Hop La Kamada y de la agrupación Comando Elite de Ataque (CEA), fue asesinado por sicarios en La Torre, un sector de la Comuna 13, agrupación de barrios populares de esa ciudad.

María del Rosario Escobar, Secretaria de Cultura de Medellín en ese entonces, estaba preocupada por la situación descrita en el artículo. Creía que estos asesinatos se basaban en envidias adolescentes, perpetrados por adolescentes que veían en las armas la única forma de resolver sus diferencias. Este problema, junto con la popularidad de los talleres dirigidos por los artistas residentes de C3P, hizo que Escobar nos invitara a  rediseñar la Red de Artes Visuales, un proyecto de educación artística de la ciudad para niños y adultos jóvenes. La nueva propuesta pretendía utilizar técnicas y prácticas artísticas para generar reflexiones sobre la ciudadanía y la relación entre los chicos, la ciudad y sus barrios. Escobar ofreció su oficina como plataforma para contribuir a cambiar estas dinámicas en la ciudad, y nosotros quisimos ser parte de este esfuerzo. Así que diseñamos un proyecto piloto y comenzamos a desarrollar un modelo pedagógico flexible que podría aplicarse en diversos contextos.
 

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El equipo de C3P durante un taller en el barrio Altavista (2012). Fotografía: Fundación Casa Tres Patios.

También en el 2012, el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC-EP comenzaron a negociar un acuerdo de paz tras cincuenta y dos años de conflicto armado. Las negociaciones concluyeron el 14 de agosto de 2016, pero en octubre fracasó un referendo público que buscaba ratificar el acuerdo.  Fue necesario renegociar varios términos, y el acuerdo se firmó finalmente el 24 de noviembre de 2016 y se ratificó poco menos de una semana después.

Antes de firmar, el gobierno exigió que todos los estudiantes de secundaria tomaran una asignatura especial para familiarizarse con el proceso de paz y el acuerdo. Se suponía que esta medida ayudaría a compensar el hecho de que entre 1974 y 1984, como resultado de una reforma educativa nacional que originalmente pretendía desafiar la memorización como dogma de la historia de la enseñanza, el Ministerio de Educación dejó al menos una generación con muy escaso conocimiento fáctico sobre la historia de Colombia y del conflicto armado.      Como parte del programa pedagógico de C3P en 2016, propusimos una asignatura para estudiantes de entre diecisiete y cuarenta años vinculados a la jornada nocturna de la Escuela Fe y Alegría. Durante las discusiones en clase, encontramos que la mayoría —si no todos los estudiantes— se oponía al acuerdo de paz, a pesar de que ninguno de ellos tenía claras las diferencias entre las FARC, los paramilitares o los militares ni sus roles y motivaciones en el conflicto. Esencialmente, habían basado sus opiniones en los medios de comunicación, el conocimiento popular y las opiniones de familiares y amigos. Maria Cecilia Cardona, una de las directoras del taller, da cuenta de ello:

Tras evaluar la historia del conflicto en Colombia, surgieron muchas inquietudes por parte de los participantes del laboratorio en Moravia, porque ellos estaban desinformados y tenían una versión del conflicto sesgada a lo que han dicho históricamente los medios de comunicación en el país, sumado a un fenómeno de cadenas de Whatsapp, publicaciones en  redes sociales que infundían miedo y versiones donde se podía decir que la guerrilla era la culpable de todo lo malo que ha sucedido en Colombia. Incluso muchos de ellos han vivido siempre en territorios con la presencia de grupos paramilitares, que han deslegitimado o prohibido completamente el pensamiento crítico y el pensamiento de izquierda en el país. En ese momento estábamos en el contexto previo al plebiscito, y vivimos muy cerca los mensajes que les llegaban y la fuerza que tenían las redes sociales en sus pensamientos. 

Deibi comenzó el proceso con mucha resistencia y sin motivación, incluso llegó a manifestar que él estaba ahí en ese espacio por que tenía que cumplir un requisito para su grado, luego de tres encuentros comenzó a comunicar con el grupo sus opiniones, que normalmente aparecían en tono de burla y sin respeto a los artistas formadores.

A partir del momento en que tocamos el tema de las negociaciones, Deibi     , uno de los participantes, dijo que no creía en ningún proceso de paz con las FARC por el proceso que él vivió en su barrio con el desarme de los paramilitares, en el que invitaban a jóvenes a que se inscribieran como desmovilizados a cambio de 200.000 pesos mensuales y un cupo en el Sena      para estudiar. Al ver lo que fue ese engaño para él y en general para todo el barrio Moravia, descubrimos que el formato de trabajo debía partir de conocer, por un lado, la verdadera historia del conflicto armado en el país y, por otro, comprender el papel de los medios de comunicación en esa historia.

Así fue como decidimos realizar una línea del tiempo del conflicto armado en el país, donde cada uno debía investigar un año para, entre todos, construir el relato del conflicto desde 1948 hasta el 2016. Igualmente, realizamos una sesión dedicada solo a entender cómo podíamos ser engañados por las noticias que vemos a diario. Recogimos noticias de Actualidad Panámericana (un sitio de noticias falsas), los repartimos en grupos, y cada equipo tenía que analizar diversas noticias, separar las falsas de las verdaderas y compartir sus reflexiones con el público. 

Todas las noticias eran falsas. Sin embargo, la mayoría las identificaba como verdaderas e incluso las argumentaban desde su labor y experiencia. Sin duda alguna, cuando los jóvenes conocieron que todas eran falsas, muchos de ellos manifestaron entender que debían cambiar su percepción de los medios de comunicación y no pensar que todo era cierto. La transformación de Deibi comenzó en el momento en que reconoció que podía estar equivocado. En el laboratorio, se motivó más a investigar y a debatir con otros. A medida que pasaron los encuentros, se fue convirtiendo poco a poco en un líder para sus compañeros.

Este proceso galvanizó nuestra determinación de utilizar los programas C3P para ayudar al público a comprender las dinámicas que han determinado el conflicto, dinámicas que continúan contribuyendo a las injusticias e inequidades en la ciudad y el país en general.

Sentimos entonces que era necesario explorar los orígenes coloniales de Colombia; cómo la explotación comercial de la tierra y su gente ha sido la motivación inicial y principal para instalar las colonias; las implicaciones de clase tras la independencia de España, y muchos otros conflictos que han estado presentes desde que se conformó la República. Decidimos trabajar bajo el proyecto curatorial Nuevas relaciones con el capital para explorar cómo las dinámicas políticas y sociales en Medellín y el mundo en general podrían entenderse en términos de capital en un sentido amplio.

En agosto del 2017, como parte del acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno colombiano, 10 000 ex combatientes fueron transferidos a veintiséis zonas de normalización transitorias, ahora denominadas Espacios Territoriales de Capacitación y Reintegración (ETCR). El siguiente abril, Ivo Aichenbaum, un joven realizador de audiovisual, realizó una residencia en C3P para producir el tercero en una serie de documentales sobre países en transición al posconflicto. Su proyecto tendría lugar en el ETCR Román Ruíz, cerca del remoto pueblo de Santa Lucía, a unas dos horas por el camino de tierra desde la ciudad de Ituango, separada a su vez de Medellín por seis horas en auto. Los ciento veinticinco excombatientes que viven actualmente en esta zona de transición ahora forman parte de la masa de campesinos sin tierra, y cargan con el estigma de pertenecer a las FARC.
 

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Ex miembros de las FARC en un chiva o escalera camino a la vereda Santa Lucía, donde entregarían sus armas y uniformes antes de ingresar al ETCR Román Ruiz. Fotografía: equipo de comunicación del ETCR Román Ruiz.

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Alojamiento temporal para los excombatientes en el ETCR Román Ruiz. Fotografía: equipo de comunicación del ETCR Román Ruiz.

Ivo había hecho una visita preliminar a Santa Lucía para entablar una relación de trabajo con los excombatientes y conocer su situación y necesidades. La dificultad del viaje fue desalentadora, e Ivo no estaba preparado para el ritmo de la vida en el ETCR. Si bien la comunidad estaba interesada en contar su historia, sus miembros también están ocupados en una multitud de tareas: cultivar y cosechar, cuidar de los hijos de algunos o cocinar para el grupo. Sin embargo, Ivo había organizado un taller para desarrollar un pequeño museo que explorara sus recuerdos a través de algunos de los objetos que aún conservan. Les ayudaría a aprender cómo usar las cámaras y las computadoras que el Gobierno había comprado a su pedido.

 

La noche antes de comenzar el taller, Ivo y algunos de los locales jugaban a las cartas en una casa del pueblo de Santa Lucía. En su diario de campo, describió lo que pasó después:

 

Me sumé con las apuestas de 500 pesos. Estábamos muy concentrados en la segunda mano de rompecoco cuando Daniel recoge dos ases de unas escaleras, coloca el suyo y escuchamos 5 fuertes disparos a no más de 20 metros de donde estábamos con la puerta abierta. Corrimos inmediatamente a refugiarnos detrás de paredes macizas. Cerramos la puerta, esperamos 4 minutos y Sugey salió. Fui atrás de ella junto, pero no vimos nada, la calle estaba completamente vacía y la música seguía sonando. Avanzamos y divisamos dos pies que colgaban del borde del billar cerrado. Marleny apareció corriendo, gritando “es el hermano de “El Conejo” y Sugey inmediatamente rompió en llanto. Intentaron llamar con el teléfono público, pero no funcionaba. Poco a poco se fue acercando gente que miraba a unos 8 metros de distancia el cuerpo que yacía boca abajo. Aún se movía, respiraba con dificultad y hacía unos leves ruidos. El charco de sangre era enorme. Se venían los casquillos de los disparos en el piso. Pasaron varios minutos hasta que la policía militar llegó al lugar. Semanas más tarde encontré en mi bolsillo dos cartas que me quedaron de la apuesta.

 

Nadie sabe quiénes fueron los asesinos ni por qué lo mataron, pero la experiencia fue comprensiblemente desalentadora para los excombatientes. En el mismo correo electrónico, Ivo escribió:

Supuestamente en unos minutos debería comenzar la jornada en la que traerían los objetos para armar el museo, pero por las dudas  —espero que no sea así— les aviso la situación, porque no creo que la gente tenga mucho ánimo para una actividad así. Tal vez tengamos que postergarla o suspenderla de acuerdo a como se planteen las cosas en las próximas horas. En este momento les escribo en el único punto al cual puedo acceder de wifi con mi computadora porque mi celular dejó de funcionar y no me es tan fácil ahora conectarme. A la noche les tendré novedades.

Finalmente Ivo no pudo terminar su proyecto como lo había planeado. Pero pudo establecer una amistad con Jhon Martínez, un joven excombatiente y hábil fotógrafo que documentaría el proceso de desarme de su frente a partir del anuncio y hasta la entrega de las armas. Ivo y Jhon crearon La última marcha, un corto documental fotográfico de este proceso y que se proyectó en C3P en el mes de junio. En el documental, Jhon narró con su voz en off la secuencia de imágenes, describiendo los preparativos y expectativas frente al proceso de paz. Lo que siguie es una transcripción de una parte del documental:

13:17 Cogieron de una vez el camino como se les había orientado. Yo quedé de último en la marcha, pero estaba libre ya, porque tenía la cámara y mi labor era importante. 

13:29 Ese que va ahí con un costalote es Franklin. 

13:33 Ahí lo siguió “Cabeza de Gato”, como le decíamos nosotros. Albeiro era el nombre. 

13:39 Y ese es el “Indiecito Urías”, que era muy pequeñito, por cierto y cargaba un fusil muy grande. 

 

13:46 Ahí lo seguía Doris, con su fusil terciado, un AK-47. 

13:54 Aquí sigue Tabares. Ese sí lleva como mucho desorden, pero ahí ya vamos bajando. 
 

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Exposición del documental fotográfico de Ivo Aichenbaum y John Martinez en C3P. Fotografía: Fundación Casa Tres Patios.

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Ivo Aichenbaum y Jhon Martínez dirigiéndose al público el día que se proyectó el documental por primera vez en C3P. Fotografía: Fundación Casa Tres Patios.

Durante la discusión posterior a la proyección, Jhon respondió a las pregunta que el público tuvo para él. Naturalmente, alguien le preguntó por qué se había unido a las FARC. Explicó que había sido criado en un pequeño pueblo quedó atrapado en medio del conflicto. Contó cómo los paramilitares mataban y violentaban a los aldeanos y cómo las las FARC, a su llegada, los ayudarían con la construcción de carreteras y otros proyectos comunitarios. Más importante aún, describió cómo trataron a los aldeanos con respeto. Cuando tenía trece años, Jhon decidió irse con las FARC, pero su oferta fue rechazada; le explicaron que debía pensarlo mejor y, si todavía estaba convencido cuando ellos regresaran, lo llevarían con ellos. Sus amigos y familiares trataron de desalentarlo, pero Jhon sabía que sus opciones eran limitadas en la aldea, y los paramilitares lo podían matar o reclutar por la fuerza. Cuando los guerrilleros regresaron, les dijo que estaba preparado para unirse a ellos.

La sencillez y humildad de Jhon fueron inspiradoras. Muchos miembros de la audiencia hablaron sobre la importancia de una historia como esta para entender las complejidades del conflicto y ayudarlos a aceptar a los excombatientes como miembros de su comunidad. Como señaló el historiador Mauricio Montoya durante un seminario reciente sobre el proceso de paz organizado por C3P, una de las principales razones por las que el conflicto comenzó (y ha durado tanto) es la falta de conocimiento en las zonas urbanas sobre las condiciones en las zonas rurales de Colombia.
 

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Seminario Preguntas Urgentes: causas, efectos y posibilidades de la guerra y la paz en Colombia, con el historiador Mauricio Montoya. Foto: Casa Tres Patios.

Se ha ido haciendo cada vez más claro para nosotros que el conocimiento es el capital necesario para que funcione el proceso de paz y para construir una comunidad fuerte y viable. Debemos involucrar a excombatientes, agricultores, investigadores, artistas, políticos, líderes empresariales y otras organizaciones para construir nuevas narrativas, de modo que podamos avanzar en los procesos de reconciliación que hacen posible una integración real, no solo para las FARC, sino para la sociedad en general. Es necesario trabajar en solidaridad con organizaciones de otras partes del mundo, hacer visibles sus luchas, crear un nuevo sentido de comunidad que desafíe las fronteras territoriales, resistir las fuerzas divisorias que cada vez son más frecuentes en nuestro mundo.

NOTAS:

1. De la pelicula Impunidad, Juan José Lozano y Hollman Morris, directores, 2010; ; traducción, Tony Evanko, 
AUC es el acrónimo del grupo paramilitar principal, Autodefensas Unidas de Colombia o las Fuerzas de Autodefensa Unidas de Colombia.

2. Agencia EFE, “Raperos denuncian amenazas de muerte en Medellín.” El Espectador, 18 noviembre 2012; traducción, Tony Evanko.

3. A medida que sus reformas evolucionaron, el Ministerio de Educación desarrolló objetivos que incluían la creación de una clase trabajadora capaz de analizar y evaluar la situación actual para formar ideas y soluciones sobre cómo hacer avanzar al país. Paradójicamente, una comprensión del pasado no se consideró necesaria en este proceso, y se creó una materia con el título Historia de Colombia y Educación Cívica en lugar de la materia original Historia de Colombia. El número de horas por semana que se dedicaría a esta clase de materias mixtas se redujo de nueve a seis.

4. Deibi es la transcripción fonética española del nombre inglés Davy.

5. El Servicio Nacional de Aprendizaje - SENA, es una institución pública con estatus legal, con una estructura de capital independiente y autonomía administrativa, adscrita al Ministerio de Trabajo de Colombia. Tomado de http://www.sena.edu.co/en-us/Pages/sena.aspx, 7 de diciembre de 2018.

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Zona de transición

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