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Lo que se viene

La gestión emocional como puente social


En el discurso contemporáneo se ha reivindicado la importancia de poner atención a las emociones y trabajar en su gestión. No obstante, con frecuencia, estos discursos se quedan limitados a los individuos, sin abordar cómo estas habilidades emocionales se traducen en el ámbito social. Desde Casa Tres Patios creemos que es fundamental reconocer que dichas habilidades no sólo se tratan de la autorregulación y autoconciencia, sino también de cómo se gestionan a la luz de las relaciones con otros.


Así, uno de los pilares fundamentales de las habilidades emocionales en el contexto social es la capacidad de establecer y mantener vínculos saludables con una diversidad de personas y grupos. Esto implica una serie de fortalezas como la comunicación clara, la escucha activa, la cooperación, la resistencia a la presión social inapropiada, la negociación de conflictos y la disposición tanto para buscar como para ofrecer ayuda cuando sea necesario. Todo esto es esencial para la construcción de relaciones, y desarrollar un sentido de compromiso social así como de trabajo en equipo, ya que permiten una interacción más efectiva y respetuosa en entornos sociales diversos que hoy son cada vez más frecuentes.





Otro aspecto clave es la capacidad de tomar la perspectiva de los demás y empatizar con ellos, especialmente con aquellos que provienen de contextos diferentes, orígenes diversos o de otras culturas.

Esta habilidad no solo enriquece nuestras interacciones, sino que también promueve una comprensión más profunda de las normas sociales y éticas de comportamiento, así como la capacidad de reconocer recursos y apoyo en diferentes contextos, como la familia, la escuela y la comunidad. 


Con todo lo anterior, hay algunos aspectos claves que se pueden trabajar en la educación formal y no formal a lo largo de la vida:


Gestión emocional: es importante entender que una emoción es una respuesta psicofisiológica a diversos estímulos a los que las personas están expuestas en su vida cotidiana, como situaciones, experiencias o conversaciones. Las emociones tienen una base biológica y se configuran a lo largo de la historia de cada persona. Por tanto, el camino hacia la consciencia emocional se construye mediante un entrenamiento continuo, que busca hacer consciente la manera en que las emociones afectan tanto las relaciones intrapersonales como las interpersonales, promoviendo estrategias para regularlas en lugar de suprimirlas porque, ojo, no es que las emociones sean malas per sé.  Por ejemplo, la ira puede surgir cuando sentimos que hemos sido injustamente tratados; la tristeza puede ser una reacción ante la pérdida, permitiéndonos procesar el dolor; o el miedo puede ser un mecanismo de protección que nos alerta de peligros potenciales. Así, cada emoción tiene una función específica que contribuye a nuestra supervivencia y bienestar e incluso hay algunas de ellas que cumplen un papel político, como lo desarrollaría la filósofa estadounidense Martha Nussbaum en su libro Emociones políticas. ¿Por qué el amor es importante para la justicia? 


Resiliencia: se refiere a la capacidad de transformar situaciones adversas o dolorosas en aprendizajes significativos. Esta transformación se apoya en el sistema de creencias, la inspiración, la convicción, los propósitos y el sentido de la vida, permitiendo a las personas sobreponerse a las dificultades y salir fortalecidas de ellas. Lejos de ser una simple resistencia al dolor o a las dificultades, la resiliencia implica un proceso activo de adaptación, donde las experiencias difíciles se convierten en lecciones que fortalecen a los individuos y las comunidades. Este proceso se sustenta en un sistema de creencias sólido, la inspiración, la convicción, los propósitos claros y un profundo sentido de la vida y de la supervivencia como se ha experimentado tantas veces en el caso colombiano, a raíz de las experiencias vividas como país durante el conflicto armado.


Adaptabilidad al cambio: es la capacidad de afrontar y asumir diversas transformaciones sin que esto interfiera en el equilibrio emocional o en el alcance de las metas personales. Esta facilita la reestructuración de estrategias internas, permitiendo a las personas aprender, desaprender y reaprender frente a nuevos retos y obstáculos. Este proceso lleva a una resignificación de las experiencias vividas y a una toma de decisiones más crítica y planificada, promoviendo acciones asertivas en situaciones violentas o estresantes. 


La interrelación entre la gestión de emociones, la resiliencia y la adaptabilidad al cambio es clave para el fortalecimiento de cualquier colectivo. Una comunidad que gestiona adecuadamente sus emociones estará mejor preparada para ser resiliente frente a la adversidad, ya que sus miembros podrán apoyarse emocionalmente y mantener la calma en momentos de crisis. A su vez, un colectivo resiliente, que aprende de los desafíos y se recupera con fuerza, estará más dispuesto a adoptar cambios y ajustarse a nuevas realidades, demostrando una alta capacidad de adaptabilidad. Así, las habilidades blandas son claves, no sólo a nivel individual sino también cuando se piensa en su relevancia para la construcción de lo social. 


Las emociones son un componente esencial de la vida cívica y desempeñan un papel crucial en la construcción de sociedades justas y democráticas. Como lo plantea Nussbaum, estas no son simplemente reacciones subjetivas e irracionales, sino que son capacidades cognitivas y evaluativas que nos permiten comprender y responder al mundo que nos rodea. Las emociones políticas, en particular, nos conectan con los demás, nos motivan a actuar en favor del bien común; ejemplo de ello son la compasión, la indignación y el amor son el fundamento de valores políticos fundamentales, como la justicia y la igualdad. Al cultivar estas emociones, podemos construir sociedades más justas y equitativas.


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