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Lo que se viene

La tarea contracultural de construir una sociedad justa


Imaginar un futuro posible implica entender el contexto de hoy y, a partir de los elementos del presente, hacer propuestas no solo viables, sino también deseables para la sociedad. Así, gran parte de las proyecciones sobre el futuro parten por reconocer la probabilidad de una catástrofe ecológica y social, como consecuencia de los hábitos, comportamientos y valores de la actualidad, los cuales son efecto, principalmente de la fragmentación, como plantea Manuel Castells. Al igual que este sociólogo español, otros autores se han encargado de reafirmar que el actual modelo neoliberal tiene niveles muy bajos de solidaridad y, por eso, generar la posibilidad de adherirse a la idea de una sociedad justa es una tarea fundamental; sin embargo, admiten que aunque esta parezca ser la solución más viable para la supervivencia de la especie, es muy exigente en términos cognitivos y emocionales, mucho más que en el pasado.


La razón de esta dificultad es que, a pesar de que hablamos del mundo interconectado e hiperconectado de hoy, este en vez de tender a la unión, propende a la fragmentación, lo cual se deriva de la lógica de desigualdad con la que opera el neoliberalismo y que se entiende a partir de la concentración del ingreso, el individualismo, y el consumo diversificado. Además, hay otros aspectos que erosionan la cohesión social y los cuales, per sé, no son negativos, como la reafirmación de la diversidad y las identidades sin el horizonte de lo común.


De esta manera, hay que asumir varios retos en tanto que el derecho de que cada uno sea reconocido en su propia identidad es clave, pero la idea de la comunidad no se debe dejar de lado. Como lo afirma Jesús Martín Barbero, “quedarnos en Colombia hoy solamente, afirmando las diferencias, la diversidad, en el momento de desgarramientos e intolerancias que vive el país, puede acabar haciéndole el juego al gueto, a nuevos ensimismamientos, a otras divisiones del país".


"Necesitamos que en el mismo movimiento en que se afirme la diferencia se afirme también la reciprocidad y la solidaridad”.


Con todo lo anterior, hoy se hace necesario promover el “pensamiento ampliado”, que permite distanciarse de uno mismo para ponerse en el lugar del otro, no solo para entenderlo, sino también porque esta es la mejor vía para conocerse uno mismo más profundamente. El sociólogo Edgard Morin ha insistido, constantemente, que enseñar a pensar bien, a pensar mejor, está asociado a la idea de formar un ser más “humano”, es decir, aquellos que puedan o tengan las herramientas para comprender la complejidad podrán actuar de manera más responsable y consciente en sus entornos.


Ahí entra en juego un concepto introducido por el sociólogo Anthony Giddens quien, siguiendo al pensador austriaco Alfred Schütz, habla de lo necesario de la reflexividad, entendida como un proceso en el que un sujeto pone en juego su conocimiento del mundo social para que su acción sobre dicho mundo sea efectiva. Este aspecto requiere: conocimiento y capacidad de argumentación para que nuestras acciones puedan ser reconocidas como válidas por otro, pero también para que sea coherente con el entorno y con los esquemas interpretativos de un grupo social. En últimas, la reflexividad aporta consistencia e inteligibilidad al obrar y, además, gracias a esta, los sujetos -que para Giddens son agentes-, pueden usar el conocimiento para repensar su situación y modificarla.


No hay que perder de vista que aunque las personas son reguladas por instituciones sociales que pueden tanto limitar como habilitar la acción de cambio. Estas se pueden transformar por la información que, reflexivamente, busca modificar los principios estructurales, las bases de la sociedad; sin embargo, hay que tener presente que esto sucede siempre y cuando la acción sea colectiva.


Un aspecto complejo para lograr esta reflexividad es, precisamente, la fragmentación, aquella que también proviene del manejo que se le da a la información hoy, el cual se puede resumir en la hipersimplificación que “está en abierta contradicción con las exigencias cognitivas que tiene la comprensión de fenómenos sociales”, como lo plantea Juan Carlos Tedesco. Para la socióloga Ana María Araújo, parafraseando a Byung-Chul Han, “la simultaneidad de vivencias e imágenes, de pantallas abiertas en el ciberespacio, y de estímulos constantes a través de la nuevas tecnologías de la comunicación y de la información no siempre posibilitan significar y resignificar la vida”.


Teniendo en cuenta todo este panorama, desde los programas de educación formal y no formal, resulta necesario hacer énfasis en diversas habilidades que permitan abordar la complejidad del mundo de hoy y combatir dicha hipersimplificación que desdibuja las implicaciones de diversos valores o comportamientos pues, como lo dice Morin, el pensamiento simplificante “no concibe la conjunción de lo uno y lo múltiple, unifica en abstracto y anula la diversidad, y por este camino se llega a la ‘inteligencia ciega’”. El llamado que nos hace Morin es, desde la complejidad, a pensar de modo “ecologizante”, en otras palabras, a ser conscientes de que hoy los problemas no pueden ser entendidos aisladamente.


La percepción de la realidad como una red de relaciones se vuelve fundamental.


El pensamiento crítico como proyecto político


En nuestro tiempo, los conocimientos o, por lo menos la información, se multiplican de manera exponencial y desbordan nuestra capacidad de apropiarlos. Por eso, la educación debe responder a la pregunta de cómo confrontar, seleccionar, organizar esos datos de modo adecuado y, por supuesto, saber relacionarlos. Es aquí donde entra el pensamiento complejo que, por un lado, no tiene que ver con la eliminación de toda la simplicidad, sino con saber unir, integrar, y hallar conexiones, es decir, con rechazar el reduccionismo. Y por otro, también es clave mencionar que el pensamiento complejo no equivale a completud.


Del pensamiento complejo es importante rescatar unos aspectos claves como:


1. Pensar en términos de conectividad, de relaciones y contexto.

2. Problematizar la interpretación de la realidad social, a través de respuestas que pretenden garantizar absoluta certeza

3. Ir del todo a las partes, como de las partes al todo, del texto al contexto, del contexto al texto.



A grandes rasgos, el pensamiento crítico, desde la perspectiva del Ministerio de Educación Nacional, tiene que ver con la comprensión de un contenido o los puntos de vista de un otro; el análisis para identificar líneas de razonamiento, evidencias, conclusiones y argumentos y, sobre estos últimos la distinción de inconsistencias, supuestos infundados o distorsiones que permiten, por último, evaluar. Esta descripción para algunos autores se vuelve escueta o abstracta en tanto no lleva al contexto puntual su aplicación y no enuncia el deber de proponer cambios, postura que ha sido defendida por algunos autores de la Escuela de Frankfurt, como Theodor Adorno, quien han sostenido que las críticas se pueden dar sin necesidad de plantear alternativas de solución.



Ahora bien, se hace fundamental entender otros aspectos del pensamiento crítico basados en aspectos como la indagación, profundización y exploración de lo que se ha dado por verdad absoluta, dudando de las certezas apoyadas en falacias o en estrategias en las que se usa la manipulación a través de las emociones.


Con todo lo anterior, cabe mencionar que el pensamiento crítico también ha sido estudiado por la pedagogía crítica y los estudios culturales latinoamericanos que, según la docente e investigadora Beatriz H. Amador Lesmes “se asume como un proyecto político (...) capaz de plantear interrogantes que surgen a escala global, en relaciones de interculturalidad que permita la generación de posicionalidades subjetivas y situadas”. De este modo, aparece la necesidad de incorporarlo en escenarios educativos, con miras a la emancipación y como alternativa en los contextos de dominación actual, según lo planteó alguna vez Paulo Freire. Así, en el caso de Latinoamérica, una noción como la de pensamiento crítico sirve para ser conscientes de las tendencias hegemónicas que están arraigadas en nuestro pensamiento y cómo estas determinan nuestra forma de actuar; de modo que esta problematización sea la vía para la transformación social.


Esta tarea no es fácil, en el caso de Colombia, como lo muestra Amador Lesmes, pues hay dificultades en los docentes para “motivar las posturas de indagación y crítica y hacer de ellas un ejercicio pedagógico que incentive la indagación, el aprendizaje permanente y la toma de posturas críticas frente a hechos políticos y social”. Pero no se trata solo de esto, sino también del contexto social y político en el que se ha asociado en el país al pensador crítico, en el cual se le ha señalado como aquel que es cercano a grupos subversivos armados, lo que genera miedo y poca motivación para la reflexividad y, asimismo condiciona la diversidad de puntos de vista, el debate y el diálogo.


La crítica se caracteriza como renuncia a una aceptación irreflexiva de la realidad, no como negación de esta.

Max Horkheimer


Por esto, es importante que no solo el pensamiento, sino también la expresión de las percepciones críticas sean entendidas no como un ataque o una confrontación frente a otra persona ya que, en Colombia, el hecho de relacionar en la cultura la palabra crítica con algo negativo ha abierto la posibilidad de fractura en las relaciones sociales, debido a que en el contexto popular este concepto se entiende como hablar mal de otro. De esta manera, incorporar la noción de que no solo el razonamiento que es capaz de problematizar la realidad es fundamental dentro del pensamiento crítico, sino también el hecho de aportar una propuesta en el contexto que se explicó.


En conclusión, es prioritario que en los diferentes escenarios de formación y de construcción de la democracia se desarrollen niveles de crítica en donde la meta sea la transformación de aquellos contextos y realidades injustas; pero donde, para empezar, se pueda dejar el temor a escuchar a los contrarios, generar otras preguntas y otras respuestas a los problemas contextuales y darle paso a la creatividad la cual permita que otros mundos posibles puedan emerger.




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