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Lo político y las emociones: Parte I

El afecto y las emociones son fenómenos omnipresentes en toda interacción humana, en el contexto de la política, pueden surgir todo tipo de relaciones afectivas y experiencias emocionales.


En la actualidad, es común escuchar que la toma de decisiones democráticas es cada vez menos racional y más afectiva. Muchos interpretan que el tiempo de deliberación racional y de procedimientos políticos ordenados pertenece al pasado y ven en este aumento de la afectividad como una “involución”. Pero la mayoría coinciden en que, es fundamental el estudio de las emociones porque lo que había sido por lo general reprimido y controlado en la modernidad, como la emoción, la pasión o el deseo, definitivamente está presente en la política de las sociedades contemporáneas.


Vamos despacio para entender este tema.


¿Qué se entiende por lo político?


Para Hannah Arendt, aquello que emerge o aparece cuando los hombres se encuentran para tratar asuntos comunes

a partir de la palabra y la acción es lo político. La palabra es la que permite presentarse ante los otros y crear algo nuevo en lo púbico como manifestación de la libertad humana. Y esto implica querer participar, querer discutir, hacer oír en público nuestras voces y tener la posibilidad de trazar la trayectoria de una comunidad en lo que concierne a lo público, al bien común.


Por otro lado, según M. Ragip Zik, Robert Walter-Jochum, Dina Wahba incluso el concepto más precario de lo político debe abarcar al menos tres dimensiones claves: poder, normatividad y el ejercicio de lo público, aspectos que permiten rastrear este concepto desde sus iteraciones cotidianas hasta la gran escala y que posibilitan ir más allá de una definición exclusiva para las sociedades democráticas hacia una concepción de lo político que puede atravesar todo tipo de escenarios sociales.


  • Poder: las relaciones de poder son inherentes a todas las relaciones sociales y todas las interacciones humanas, esta definición como tipo de relación entre sujetos debe completarse con el hecho de que el poder implica posesión de los medios para el dominio y que, en el caso de lo político, permiten conseguir efectos como determinar la conducta ajena. Para que surja lo político, las relaciones de poder deben "negociarse" y manifestarse en su contestabilidad, por eso la importancia del ejercicio de lo público y de las normas.


  • Normatividad: lo político generalmente implica negociar, debatir o al menos posicionarse con respecto a lo "correcto" y "incorrecto" o "bueno" y "malo" en un contexto dado. A partir de las leyes o normas se determina la medida en la que se puede ejercer el poder en determinada sociedad. La relación entre el poder y las normas puede definir si una sociedad es muy democrática o muy autoritaria.


  • Ejercicio de lo público: la política necesita públicos en los que pueda tener lugar la negociación. Estos públicos involucran la manifestación de las relaciones de poder y su evaluación normativa. En este ejercicio, las personas pueden hacer un equilibrio entre el poder y la normatividad y afectar a las instituciones.



¿Qué tienen que ver las emociones con lo político?


La presencia de emociones en el espacio público tiene el poder de hacer avanzar el funcionamiento de la democracia


Algunos autores como Martha Nussbaum, sostienen esta premisa y argumentan que los afectos facilitan una mejor cooperación y profundizan la lucha por la justicia, especialmente aquellas que conectan con sentimientos de tolerancia, apertura a las ideas de los demás, amabilidad y moderación. Así, la esperanza y el amor tienen un papel fundamental para que fluyan los procesos democráticos.



Hay emociones que tienen el poder de desestabilizar un sistema político


Nussbaum también sostiene que existen emociones negativas y son aquellas que debilitan la tolerancia entre los ciudadanos y erosionan su identificación con las instituciones democráticas, por ejemplo, el miedo, la ira, y la envidia. Se cree que estos afectos obstaculizan la deliberación racional, envenenan la esperanza e impiden la cooperación para construir un futuro mejor.



Tanto el conflicto como el consenso son modos afectivos de compromiso político.

Aunque algunos dudan que se pueda clasificar de manera contundente qué es lo políticamente bueno o malo porque eso sería una comprensión universalista de las emociones, ciega a la ambivalencia constitutiva de la afectividad política, que no da cuenta de la variabilidad histórica y cultural de este aspecto; sin embargo, es claro que tanto el juicio, como la crítica, siempre están constituidos afectivamente.





En conclusión…

Pensar en emociones políticas implica tener presente que el afecto y las emociones están presentes en toda interacción humana y en todos los aspectos de lo social. Lo que cambia no es la ausencia o presencia de afectos y emociones, sino los modos en los que emergen esos registros afectivos.


Así, la presencia de emociones en la esfera pública no es buena o mala per se , lo que realmente importa es el tipo de emociones que están en juego y en qué medida fomentan u obstaculizan el discurso o el accionar político.


Y aunque no se puede afirmar que las sociedades se hayan vuelto cada vez más afectivas en los últimos tiempos como resultado de ciertos desarrollos históricos ni que algunas sociedades son más propensas a la afectividad que otras, sí se puede afirmar que, definitivamente, están presentes en la práctica de la política.


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