Flores en el asfalto
En Medellín lo sagrado y lo profano se unen y es posible encontrar situaciones contrastantes en pocos metros. Ese es el caso de Barbacoas, una calle ubicada en el centro de la ciudad, muy cerca de donde se erige una de las edificaciones más impresionantes de la ciudad: la Catedral Metropolitana, una de las construcciones hecha en ladrillo más grandes del mundo; el mismo sitio donde el Arzobispo de Medellín presidió la beatificación de la colombiana María Berenice Duque. Además, esta calle desemboca en el Parque Bolívar, que vio el esplendor de la urbe en la primera mitad del siglo XX y donde se ubicaron algunas de las casas más elegantes y de los personajes más adinerados de la ciudad.
Pero las ciudades cambian y sus usos también. En la segunda mitad del siglo XX Medellín se transformó por la migración de personas del campo, unos buscando mejores oportunidades, otros huyendo de la violencia. Aunque esto es otro cuento, no se puede pasar de alto como un dato que explica lo que pasó con el centro, lo cual posibilitó que emergiera esta calle con nombre de cocina a la parrilla. Pero, a decir verdad, a Barbacoas le han dicho de muchas maneras: la calle del pecado, la calle del calzoncillo, la calle de las locas, el Bronx de Medellín, y quién sabe de cuántas más formas que aluden al imaginario y también a la realidad de la 57A. Quizás la forma más bella de describirla va más allá de estos apelativos y tiene que ver con la frase con la que uno de los niños habitantes del sector, la caracteriza:
Barbacoas es el lugar donde las flores crecen, incluso al haber sido plantadas en el terreno más hostil.
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